lunes, febrero 03, 2014

Trudy Spira Z’’L (1932-2014): una venezolana en Auschwitz



Autor: Carlos Balladares Castillo
Publicado en: Código Venezuela y Noticiero Digital



Trudy Spira, Z’’L: una venezolana en Auschwitz
In memoriam

La señora Trudy Spira (1932-2014), sobreviviente del campo exterminio nazi de Auschwitz, nos dejó hace poco más de una semana: el mismo día que fue liberada por los rusos en 1945 y que desde el año 2005 la ONU estableció como el día para conmemorar las víctimas de la Shoá. Ella lo consideraba su segundo cumpleaños porque había vuelto a nacer; y siempre habló de una serie de casualidades en su vida, que no consideró como tales sino la clara muestra de la intervención divina. No hay palabras para describir todas las enseñanzas que dejó a tantas personas a través de las miles de charlas que dio (en algunas ocasiones daba 12 por semana, según me contó su nieto Bryan el cual - por otra casualidad - es mi actual alumno). No basta este pequeño artículo para agradecer y explicar el gran impacto que dejó en mi vida pero haremos el intento. 

El hecho de haber vivido desde niño en San Bernardino (urbanización de Caracas que hasta hace poco fue considerada un “barrio judío”, tanto que incluso algunos creían el mito que algunas de sus calles formaban una estrella de David si se veían desde el cielo) me permitió tener como vecinos a algunos sobrevivientes del Holocausto los cuales me contaron sus terribles experiencias. La señora Annie Reinfeld fue la primera sobreviviente que amablemente aceptó  dar su testimonio en una charla que dicté sobre el totalitarismo nazi; luego sería la señora Trudy Spira en mis clases sobre el siglo XX, que pude escuchar en muchas ocasiones y que admiraba por ser tan excelente pedagoga. Nunca lo explicaba de la misma manera, y lograba dejar a su auditorio en total silencio, hasta que a muchos se nos salían las lágrimas. En una ocasión la acompañé dos cuadras y ella me tomó del brazo, explicándome que cada vez que daba una charla quedaba sumamente cansada. Hace un año me dedicó su libro: “Regreso a Auschwitz” (2011, Caracas: CAIV. Impreso por Ex Libris), y me dijo: “me interesa mucho tu comentario, porque quiero escribir otro libro.” Por mil tonterías se me pasó el tiempo aunque hoy pago esta deuda.

A los que escuchamos su testimonio varias veces seguramente al leerla recordaremos su voz y la cadencia de sus palabras. Será como estar a su lado viendo las expresiones de su rostro mientras nos cuenta su historia, es por ello que es un libro sencillo: como un cuento contado por una abuela pero un cuento sin nada de ficción. En esta sencillez se muestra su venezolanidad, es un relato del holocausto a la venezolana, porque la señora Spira fue de esta tierra aunque venida de afuera. “A este país quedo agradecida por el resto de mi vida, porque aquí nacieron mis hijos y mis nietos y porque aquí reposan los restos de mi esposo” (p. 217).
El texto comienza y termina con dos diferentes visitas a los lugares donde pasó su niñez, especialmente a Auschwitz; y la mayor parte de su escrito está dedicado a estos primeros 12 años: su nacimiento y crecimiento, el compartir con sus padres y familiares, y muy especialmente cuando todo empezó a cambiar para los judíos hasta que fue secuestrada y llevada al campo de exterminio. Poco más de un cuarto del libro se dedica exclusivamente al tiempo que pasó en el campo, que dos tercios no hablen de estos momentos a mi modo de ver es una manera de decirnos que su vida fue la de cualquier otra niña rodeada del cariño de su familia. No era diferente a ninguna otra lo cual nos demuestra la inmensa injusticia que se cometió con todo este pueblo (y la estupidez y crueldad de algunos al justificarlo), y con todos aquellos grupos humanos que padecieron: primero la intolerancia y discriminación, para luego ser esclavizados, torturados y asesinados sistemáticamente. La señora Spyra al hablar de las causas lo explica muy bien: los culpables no son los alemanes sino los nazis (una ideología de odio que no acepta las diferencias entre los seres humanos). Por último, a pesar del anhelo de justicia nunca buscó la venganza hacia los culpables e incluso en una ocasión perdonó a uno de sus torturadores. 

Su relato es especialmente un acto de agradecimiento a sus padres, abuelos y familiares que no dejaron nunca de “mimarla”, incluso en los momentos más difíciles cuando se escondían de la persecución nazi. Da un gran énfasis a todas sus enseñanzas, que le dieron el carácter para lograr sobrevivir en las peores condiciones. Aunque la consentían nunca le ocultaron la realidad, porque una persona que “conocía los peligros que tendría que enfrentarse, tenía más probabilidades de sobrevivir” tal como le dijo siempre su padre (p. 123). Pero también el libro es una exaltación a la bondad humana: “por cada persona mala que llegué a conocer durante mi vida, encontré por lo menos una buena que estaba dispuesta a ayudarme y a extender su brazo fraterno” (p. 124). Fue gracias a cada una de estas personas que ella pudo sobrevivir, al igual que su hermano, su madre y otros familiares; y a pesar de ello mataron a su padre, abuelos y a todos sus tíos maternos entre otros. 

Muchas personas consideran – por ignorancia - que los judíos exageran en todo el esfuerzo que dedican para recordar esta tragedia. La señora Spira nos dice que para su padre “era una misión sagrada y siempre nos hizo prometer que cuando terminara la guerra gritaríamos a los cuatro vientos lo que ocurrió, para que ese doloroso episodio de la historia no fuera olvidado”; y ella misma agrega: “Ya fue suficientemente trágico que el humo de las chimeneas se llevase millones de vidas inocentes: no podemos permitir que no se les recuerde debidamente” (p. 153-154). 

“Regresar a Auschwitz” una y otra vez debemos hacer como seres humanos. Por un deber de justicia con los fallecidos y especialmente para no volverlo a repetir. Nuestra querida señora Trudy Spira se despide con un mensaje para sus hermanos venezolanos: “Me inquietan sobremanera los acontecimientos que se suceden día tras día. (…) Aquí cabemos todos, siempre y cuando estemos dispuestos a aceptar nuestras diferencias” (pp. 216-217). Gracias por recordarnos la Verdad. Nunca la olvidaremos.  

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