viernes, marzo 12, 2010

TREINTA AÑOS DE LAS MAESTRÍAS DE HISTORIA EN LA UNIVERSIDAD CATÓLICA ANDRÉS BELLO (1979-2009) (VIII)

En 1990, junto con el nacimiento de la Maestría en Historia de Venezuela, se hace un cambio de pensum. Es el que actualmente está en vigencia y pronto será sometido a una profunda revisión, comoquiera que está por cumplir veinte años. El enfoque se hace más, si vale el término, escolar, con énfasis en materias obligatorias, aunque con una oferta de seminarios. Esto tiene sus ventajas y desventajas, como todo. Tal vez la formación específicamente teórico-metodológica, con estudiantes volcados a la investigación de problemas novedosos, podría ser más amplia; pero por otro lado, la obligatoriedad de un número significativo de materias más o menos generales, ayuda a que cursantes venidos de áreas distintas a la historia, que son la mayoría (e incluso de profesores de historia egresados de los pedagógicos y escuelas de educación, que no siempre cuentan con el andamiaje de conocimientos que se esperaría por sus borlas, situación que si bien ya se señaló entre las razones para fundar el programa en 1978, se ha resaltado en los últimos años), se disciplinen, salven algunas lagunas en su formación y poco a poco logren encaminarse como investigadores. Aunque con sus fallas, que estamos esforzados en remediar, los resultados de los trabajos de grado y del desarrollo profesional ulterior de los egresados, han demostrado las bondades del modelo. Además, quienes impulsaron el cambio de pensum lo hicieron después de una evaluación de diez años de desempeño del programa anterior.

Del mismo modo, se ha mantenido un eje de materias comunes para los dos programas: Metodología e historiografía, que está reforzándose con la oferta de seminarios en el área, en especial para tesistas; Antropología cultural latinoamericana e Historia institucional y territorial de Venezuela, que responden al enfoque con el que comenzaron las investigaciones en el área de ciencias sociales en la UCAB, y con la que nacieron las maestrías y el IIH. También se promueve que cursantes de cada programa puedan ver asignaturas en el otro, a fin de que amplíen el espectro de su formación. Por razones de acceso a las fuentes primarias, los cursantes de historia de América tienen dificultades para hacer trabajos documentales del calado de que los que hacen los cursantes de la Maestría de Historia de Venezuela que sí cuentan con una buena oferta de archivos; pero disfrutan de una mirada más amplia que los segundos, para quienes la tentación del parroquianismo puede ser grande: la idea es equilibrar las cargas, a modo que cuenten con lo mejor de cada programa.
Ahora, cuando la maestría de Historia de las Américas ya llegó a treinta años, y su hermana de Historia de Venezuela llega a veinte, el crecimiento de ambas es franco. No sólo acaban de recibir su reacreditación por el Consejo Nacional de Universidades, sino que para enero de 2009 ambos programas sumaban sesenta alumnos. Es un promedio que se mantiene desde hace un lustro, con alrededor de treinta en cada uno (generalmente unos cuantos más en Historia de Venezuela que en la de las Américas). A partir de octubre de 2009 se abrieron dos cursos de ampliación en la sede de UCAB-Guayana, con un enorme éxito de convocatoria: treinta inscritos. Eso hace que los programas, en conjunto, lleguen casi al centenar de alumnos y garanticen, por ahora, su viabilidad financiera. Varias razones pueden aducirse al respecto. En primer lugar, los programas han logrado posicionarse como unos altamente prestigiosos. No es que dejen de haber fallas que deban remediarse (cosa en la que se trabaja), o que estén inmunes al descontento de alguno que otro cursante, que se estudia y atienda con la preocupación del caso; pero en general sus egresados no dudan en recomendarlos y entre las razones que alegan quienes aplican para cursarlos se destaca una y otra vez esta variable. El número de los trabajos de grado que finalmente se editan, e incluso el hecho de que sus autores obtengan premios y tendencialmente sean exitosos en sus carreras, también es un aval. Por supuesto, el prestigio general de la UCAB, los valores de la educación ignaciana, que nos inspiran, y un cierto cuidado administrativo, que ha resultado muy útil para crecer y consolidarnos en momentos de crisis económicas y políticas, también explican este balance positivo.

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