domingo, diciembre 06, 2009

Historiador venezolano (Elías Pino Iturrieta) nos describe el anti-republicanismo chavista a través del "hombre nuevo" (III)

Artículos de opinión de los historiadores
Transcribimos el artículo del historiador Elías Pino Iturrieta que publica todos los sábado en El Universal. El subrayado es nuestro.

El debut del hombre nuevo
Hay más de esas criaturas, aparte de los sorpresivos y sorprendentes banqueros
Llegó sin que nos diéramos cuenta, como los grandes sucesos de la historia que se incuban en el seno de las sociedades para crecer en silencio sin que los prisioneros de la rutina lo adviertan. Llegó después de anuncios estentóreos a cuyos ecos negábamos credulidad debido a que sentíamos que era otra fanfarronada del mandón, una más en la cascada de alardes condenados a perderse en la nada de una "revolución" demasiado parecida a las porquerías del pasado como para atreverse a ofrecernos una prenda capaz de hacerla diferente de las patrañas usuales, de los anzuelos comunes para pescar en las aguas del desencanto. Apenas demoró una década para habitar entre nosotros, plazo demasiado breve si se considera la renuencia de los seres humanos a mudar de conducta para estrenarse como criaturas flamantes y diversas; pero llegó, aunque esperamos que no sea para quedarse. Hablamos del hombre nuevo, por supuesto, una fábrica perseguida por la humanidad desde antiguo que ahora palpamos, entre pasmos y sorpresas, en el teatro de la república bolivariana.
Era difícil percatarse del advenimiento porque no sucedía en la escena a la que estamos habituados, sino en las alturas del poder. El hombre nuevo no acompañaba las vicisitudes de la gente sencilla, ni se las arreglaba como cualquier mortal para sobrevivir. Estaba lejos, en una cúspide inaccesible desde la cual se asomaba en ocasiones sin exhibir del todo su corporeidad. Mostraba a veces la luz de sus portentos sin manifestarse del todo. Era, más bien, como el prólogo de un texto en proceso que no está listo para la lectura, pero de cuyas páginas comienzan a circular noticias a las que apenas se da crédito porque no se encuentran en los anaqueles de las librerías. O también porque, ante la magnitud de las informaciones ventiladas sobre las cosas que se atrevía a hacer, sobre las licencias de su comportamiento, nadie se comprometía con la veracidad de su existencia. Sonaba en los oídos del público, sin embargo, cada vez con mayor estrépito, para labrar una fama compuesta por una amalgama de grandeza y omnipotencia que estaba a punto de develarse en toda su magnitud. Al cabo todo fue ceguera, o empeño baldío contra las señales del entorno, porque el hombre nuevo estaba preparando un grandioso debut. Desconfiaba uno de la voz del mandón convertido en profeta, pero hete aquí que ahora nos restriega la cara con la figura mejor formada de su creación.
De momento han aparecido contados especímenes de hombre nuevo, parapetados en la trastienda de cuatro bancos. Su alumbramiento ha generado la reacción de costumbre ante los hechos extraordinarios: estupefacción, oraciones y exclamaciones hacia el cielo, aunque también solicitudes de perdón por el pecado de la duda en el cual se abrigaba la negación del génesis pronosticado por un infalible oráculo. Pero no hay que atormentarse por los titubeos frente a la palabra sagrada. Sobrarán las oportunidades de rectificación, pues se intuye por allí que apenas se han manifestado contados ejemplares; y que, por si fuera poco, cuentan con copioso cortejo. Hay más de esas criaturas, pero muchas más, aparte de los sorpresivos y sorprendentes banqueros que han ascendido al escalafón más alto de la popularidad. Parece que se han distribuido por todos los confines de la nación y por todos los rincones en los cuales se presuma la posibilidad de hacer jugosos negocios. Se comenta que harán un desfile para manifestarse en masa, como evidencia de la metamorfosis trabajada como filigrana por su promotor. También se asegura que vienen con la compañía del alto gobierno, cuyo seno les sirvió de cuna y escuela, de espacio acogedor desde la ternura de la infancia hasta la madurez del postgrado. Que el suceso haya ocurrido en el plazo de diez años no deja de ser excepcional.
Como las encarnaciones del hombre nuevo tendrán diferentes caras y variados ropajes, no será fácil su identificación. Sin embargo, pueden localizarse sin temor al error mediante la comparación con los funcionarios y los empresarios del pasado reciente, con los hombres públicos del período de la democracia a quienes pretenden sustituir en nuestros días. Pese a que no pocos de esos individuos que administraron el país entre 1958 y 1989 pueden considerarse como verdaderos pájaros de cuenta, como precursores del engendro que ahora nos ocupa y preocupa, en realidad lucen a su lado cual niños de pecho, cual serafines sin mancha. Comparen, clasifiquen y saquen sus conclusiones, estimados lectores. Por ahora y, sin necesidad de buscar un regreso incondicional hacia el ayer, después de aproximarnos apenas a unas muestras de la flamante camada deseamos que la función de la actualidad sea, a la vez, debut y despedida. De lo contrario, y considerando la celeridad de ciertos partos del mandón, no habrá país sobre el cual escribir. eliaspinoitu@hotmail.com

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